Desiderio desideravi, la nueva Carta Apostólica del papa Francisco
En el día de la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, se conoció hoy la Carta Apostólica del papa Francisco Desiderio desideravi sobre la formación litúrgica del Pueblo de Dios.
- 29 Junio 2022
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En el día de la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, se conoció hoy la Carta Apostólica del papa Francisco Desiderio desideravi sobre la formación litúrgica del Pueblo de Dios.
Dirigida “a los obispos, a los presbíteros y a los diáconos, a las personas consagradas y a todos los fieles laicos”, el Papa busca ofrecer, por medio de la Carta, “algunos elementos de reflexión para contemplar la belleza y la verdad de la celebración cristiana”.
“Quisiera que esta carta nos ayudara a reavivar el asombro por la belleza de la verdad de la celebración cristiana, a recordar la necesidad de una auténtica formación litúrgica y a reconocer la importancia de un arte de la celebración, que esté al servicio de la verdad del misterio pascual y de la participación de todos los bautizados, cada uno con la especificidad de su vocación”, expresó.
Al destacar que “cada vez que vamos a Misa, el motivo principal es porque nos atrae el deseo que Él tiene de nosotros”, Francisco señala que “la Liturgia nos garantiza la posibilidad de tal encuentro. No nos sirve un vago recuerdo de la última Cena, necesitamos estar presentes en aquella Cena, poder escuchar su voz, comer su Cuerpo y beber su Sangre: le necesitamos a Él. En la Eucaristía y en todos los Sacramentos se nos garantiza la posibilidad de encontrarnos con el Señor Jesús y de ser alcanzados por el poder de su Pascua. El poder salvífico del sacrificio de Jesús, de cada una de sus palabras, de cada uno de sus gestos, mirada, sentimiento, nos alcanza en la celebración de los Sacramentos”.
- Texto completo de la Carta Apostólica
“Si faltara el asombro por el misterio pascual que se hace presente en la concreción de los signos sacramentales, podríamos correr el riesgo de ser realmente impermeables al océano de gracia que inunda cada celebración”, asegura. “¿Cómo podemos crecer en la capacidad de vivir plenamente la acción litúrgica? ¿Cómo podemos seguir asombrándonos de lo que ocurre ante nuestros ojos en la celebración? Necesitamos una formación litúrgica seria y vital”.
“En el correr del tiempo, renovado por la Pascua, cada ocho días la Iglesia celebra, en el domingo, el acontecimiento de la salvación. El domingo, antes de ser un precepto, es un regalo que Dios hace a su pueblo (por eso, la Iglesia lo protege con un precepto). La celebración dominical ofrece a la comunidad cristiana la posibilidad de formarse por medio de la Eucaristía. De domingo a domingo, la Palabra del Resucitado ilumina nuestra existencia queriendo realizar en nosotros aquello para lo que ha sido enviada (cfr. Is 55,10-11). De domingo a domingo, la comunión en el Cuerpo y la Sangre de Cristo quiere hacer también de nuestra vida un sacrificio agradable al Padre, en la comunión fraterna que se transforma en compartir, acoger, servir. De domingo a domingo, la fuerza del Pan partido nos sostiene en el anuncio del Evangelio en el que se manifiesta la autenticidad de nuestra celebración”.-
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