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Fallece el padre Mirko Grbec: fue sacerdote por más de 56 años

El presbítero Mirko Grbec, párroco de Nuestra Señora de Itatí (Banfield), falleció este lunes 7 de agosto, fiesta de San Cayetano, luego de estar varios días internado; ejerció el sacerdocio durante más de 56 años.

  • 07 Agosto 2023
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El presbítero Mirko Grbec, párroco de Nuestra Señora de Itatí (Banfield), falleció este lunes 7 de agosto, fiesta de San Cayetano, luego de estar varios días internado; ejerció el sacerdocio durante más de 56 años.

El velatorio, según se informó, será en el templo parroquial hoy a partir de las 16 y hasta las 24; mañana martes a las 10 será la misa exequial; luego la inhumacion se llevará a cabo en el cementerio sacerdotal ubicado en la casa de retiros Nuestra Señora de Guadalupe, en Luis Guillón.

Nacido en Eslovenia, el reciente 10 de julio había cumplido 85 años. De niño, según le contó a Eclesia con ocasión del 50° aniversario de su ordenación presbiteral, vivió 4 años en un campo de refugiados. Instalado con su familia en la zona de Remedios de Escalada (Lanús), su vocación surgió en la parroquia San José de Pompeo. Fue ordenado sacerdote en la catedral Nuestra Señora de la Paz por el entonces obispo diocesano, monseñor Alejandro Schell, el 3 de diciembre de 1966.

Desde entonces, fue el impulsor y primer párroco de Nuestra Señora de Itatí (Banfield), comunidad a la que volvió en 2013, luego de guiar a la catedral Nuestra Señora de la Paz (Lomas de Zamora); antes también fue párroco de Santos Pedro y Pablo (Burzaco) y, durante 18 años, de Nuestra Señora de Luján (Longchamps).

Además de presbítero, Grbec era “Prelado de Honor del Papa”, un cargo honorífico que la Santa Sede otorgaba a algunos sacerdotes como reconocimiento de sus méritos en el ministerio, y que implicaba el título de “Monseñor”. En el 2016, en tanto, cuando celebró 50 años de sacerdocio, el Municipio de Lomas de Zamora lo declaró “Ciudadano Ilustre”.

  • Palabras del padre Grbec en la fiesta patronal del 9 de julio

En la última fiesta patronal de la parroquia Itati, el padre Mirko Grbec proclamó lo que dijo en numerosas homilías: “Siempre invoquemos a la Virgen, la Virgen es nuestra Madre, nuestra intercesora ante el Señor. (…) Jesús es el centro de nuestras vidas, Jesús es todo para nosotros, es nuestra paz”.

“Recemos con fe a Jesús unidos a la Virgen para que tengamos paz en nuestros corazones, tengamos paz entre nosotros, tengamos paz en nuestra Patria”, sostuvo.

Y apeló a la Virgen María y a la oración: “Con toda seguridad, la Virgen nos va a escuchar. Hagan el esfuerzo de rezar todos los días el rosario.El rosario no saben la fuerza que tiene”.

  • Fragmento del reportaje al padre Mirko Grbec

Reportaje al padre Mirko Grbec con motivo de los 50 años de ordenación sacerdotal

“Que pueda conservar la alegría sacerdotal hasta el final de mis días”, manifestó monseñor Mirko Grbec, párroco de Nuestra Señora de Itatí (Banfield), a pocos días de celebrar el 50º aniversario de su ordenación sacerdotal.

Hace tres años, en un diálogo personal con Eclesia, el padre Mirko, como muchos lo conocen, había expresado el deseo de llegar al 3 de diciembre de 2016, el día en que cumple 50 años de sacerdote. Y ese día llegó. 

Nacido en Eslovenia, el 10 de julio de 1938, y miembro de una familia de 8 hermanos, contó que a los 6 años, con miles de eslovenos que no estaban de acuerdo con el comunismo de entonces, debieron huir con su familia a Austria, donde vivió 4 años en un campo de refugiados. “Los chicos la pasábamos bien. No teníamos conciencia”, rememoró.

En el `49 con su familia llegó al puerto de Buenos Aires, y en breve tiempo se instalaron en Remedios de Escalada, cerca de la parroquia San José de Pompeo, para constituir en la zona la “Villa eslovena”.

Primero, cuenta, lo enviaron a un colegio salesiano en Ramos Mejía, y luego a otro, un aspirantado en Bernal. “Tengo lindos recuerdos de ellos, los padres salesianos educaban muy bien”, dijo. Después pasó a un colegio apostólico para los chicos eslovenos que se fundó en Adrogué, en el mismo lugar donde hoy se encuentra el Seminario diocesano “De la Santa Cruz”, hasta que terminó esos estudios en 1956. En vacaciones, reveló, trabajó un año de albañil: “Aprendí bastante. Me interesó la construcción y me vino bien para controlar a los albañiles cuando tenían que hacer algún trabajo”.

Cómo nació la inquietud vocacional: “Desde pequeño, cuando estudiaba en Austria, recuerdo que la maestra un día preguntó qué queríamos ser de grandes, y yo, con otro compañero, le dijimos, sacerdotes. Y se profundizó esa vocación estando con los padres salesianos, que siempre nos hablaban del sacerdocio. Pero es algo que siempre quise ser”.

A los 19 años entró en el Seminario para adultos que estaba en Gándara, muy cerca de Chascomús. Era un convento de los padres agustinos que le prestaban al Seminario de La Plata. “El párroco de San José de Pompeo Juan Hladnik y el obispo Alejandro Schell me recomendaron. Recuerdo que monseñor Schell me dijo que `perdí el tren´. Es que todos habían entrado en febrero y como yo tenía que terminar un trabajo, ingresé recién en mayo. `Espero que te recibas´, me dijo. Allí estuve tres años”.

Después sus estudios continuaron en La Plata, donde se vinculó, entre otros, con seminaristas de Corrientes, que lo llevaron a conocer la basílica de Nuestra Señora de Itati. “Mis compañeros correntinos me acercaron a la devoción a la Virgen de Itatí”, contó.

Las Órdenes menores las recibió de manos del entonces obispo auxiliar de La Plata, cardenal Eduardo Pironio. Y las ordenaciones diaconal y sacerdotal, ambas oficiadas por el obispo diocesano, monseñor Alejandro Schell, las vivió en la catedral Nuestra Señora de la Paz.

“El 3 de diciembre de 1966 fue un momento de mucha alegría. Fuimos cuatro los ordenados ese día: Carlos Poledri (hoy en Avellaneda-Lanús), Hugo Ibañez, Eduardo Benedetti (en el Seminario en San Luis) y yo”.

La primera misa, el padre Mirko la celebró en San José de Pompeo: “Fue muy linda la recepción. Creo que fui el primer seminarista que surgió de esta parroquia. Estuve unos tres meses ahí, hasta que el párroco me dijo que vaya a hacer una capilla por allá”. Esa capilla sería, con el tiempo, lo que hoy es la parroquia Nuestra Señora de Itatí.

Mientras tanto, una de las primeras misas que ofició fue en la basílica de Itati, en Corrientes, ya que por esos días había ido a Chaco por la ordenación sacerdotal de un compañero de Seminario.

Cuál es su percepción del tema de las vocaciones sacerdotales: “Siempre me lo pregunto. Hay jóvenes muy buenos, cómo es que no se deciden para entregarse al Señor. Faltan grupos apostólicos, donde los jóvenes debieran ser apóstoles. Hay instituciones que más bien tienen reuniones, pero no profundizan en la fe, falta vida interior, oración. Los sacerdotes nos esforzamos, pero creo que falta la oración. No se reza como antes. En las familias incluso se rezaba antes más que ahora. ´El rosario es una cadena que une a la familia´, decía Pablo VI. En mi trabajo apostólico insisto mucho con la oración, porque es una respuesta de amor al amor de Dios. Es una aceptación de la salvación que nos viene da Jesús. Creo que si se fomenta más la oración, las vocaciones van a surgir”.

“La vida sacerdotal es muy hermosa”, asegura el padre Mirko, quien además es asesor espiritual de Legión de María, acompaña una vez al mes al Servicio Sacerdotal de Urgencia y es el exorcista de la diócesis, entre otras responsabilidades. Es, además, “Prelado de Honor del Papa”, un cargo honorífico que la Santa Sede otorgaba a algunos sacerdotes como reconocimiento de sus méritos en el ministerio sacerdotal. Este nombramiento, además del reconocimiento a su labor, conlleva el título de “Monseñor”.

“Siempre me sentí seguro en mi vocación. Nunca me lo cuestioné, gracias a Dios. Siempre procuré estar muy cerca de la Virgen. Tengo muy presente del Concilio: `Mientras la Virgen es amada y proclamada, se extiende el Reino de Jesucristo para la gloria de Dios Padre´. Cerca de la Virgen siempre andarás por buenos caminos, a pesar de las debilidades, fracasos y el cansancio. Es una gran alegría ser sacerdote, permanecer fiel a la vocación. Siento gratitud al Señor por la perseverancia. Los años pasaron muy rápido. Hubo momentos lindos, años difíciles también, pero todo se sobrellava. Y feliz de que Dios me eligiera desde toda la eternidad sin merecerlo. Y siempre confío en la misericordia de Dios”.-

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